domingo, 2 de octubre de 2011

La verdad sobre las tormentas solares (origen y consecuencias).


Una tormenta solar es una explosión violenta en la atmósfera del Sol con una energía equivalente a millones de bombas de hidrógeno. Las tormentas solares tienen lugar en la corona y la cromosfera solar, calentando el gas a decenas de millones de grados y acelerando los electrones, protones e iones pesados a velocidades cercanas a la luz. Producen radiación electromagnética en todas las longitudes de onda del espectro, desde señales de radio hasta rayos gamma. Las emisiones de las tormentas solares son peligrosas para los satélites en órbita, misiones espaciales, sistemas de comunicación y la red de suministro.


La onda de choque de viento solar, llega a nuestro planeta entre 24 y 36 horas después de producida la explosión solar. Esto solamente ocurre si la onda de choque viaja hacia la Tierra. La presión del viento proveniente del Sol sobre la magnetosfera aumentará o disminuirá en función de la actividad solar y su  presión modifica las corrientes eléctricas en la ionosfera. Las tormentas magnéticas duran de 24 a 48 horas, aunque pueden prolongarse varios días.

El Sol cada 11 años, atraviesa por un estado denominado "fase activa", durante este período, nuestra estrella puede generar tormentas magnéticas más o menos potentes, capaces, según la mayor o menor intensidad, de dejar fuera de uso los satélites y de  amenazar también la seguridad de los sistemas de telecomunicaciones y de distribución de energía.

Hace 144 años (1859), muchos de los habitantes de la tierra se dieron cuenta de que algo trascendental había sucedido. En pocas horas, los cables telegráficos de Estados Unidos y Europa se cortaron espontáneamente, mientras que las Auroras Boreales, fenómenos producidos por la inducción solar y asociados con regiones cercanas al Polo Norte, fueron observados en lugares tan al sur como Roma, La Habana y Hawai, con similares efectos en el Polo Sur. Tampoco nos olvidemos que el 13 de marzo de 1989, una tormenta solar causó el apagón de HydroQuebec y dejó a 6 millones de personas sin electricidad durante más de 9 horas.





Qué es la magnetosfera

La magnetosfera es la capa más exterior y grande de la atmósfera terrestre: comienza a una altura de 500 kilómetros y se extiende hacia el espacio exterior hasta los 60.000 kilómetros. Este campo magnético se genera en el interior de la Tierra, que actúa como una dinamo: al girar el planeta, el núcleo de hierro fundido produce un movimiento de partículas cargadas, convirtiéndose en una especie de imán gigante con su campo y sus polos magnéticos. La Tierra no es el único planeta del Sistema Solar con magnetosfera; de hecho, Júpiter, Saturno, Urano, y Neptuno poseen una. En cuanto a su descubrimiento, se produjo en 1958 gracias al satélite Explorer I.


Un importante papel ambiental de la magnetosfera es proteger a la atmósfera más próxima a la Tierra de la radiación iónica. Se trata de la misma forma de radiación peligrosa que irradian algunos elementos radiactivos como el uranio. Sin la magnetosfera la radiación iónica destruiría toda la vida de la superficie de la tierra.

A pesar de su importancia, los científicos reconocen que la magnetosfera es una gran desconocida. En los últimos años, la utilización de satélites y diversos sistemas informáticos está permitiendo conocer más datos, algunos de ellos sorprendentes, sobre ésta y las otras capas más altas de la atmósfera.
Aunque pueda parecer lejana, la magnetosfera es esencial, ya que protege la vida en la Tierra actuando como un escudo frente a las letales partículas provenientes del Sol. Algunos científicos creen que sin ella el planeta hubiera perdido la mayoría del agua de su atmósfera y de los océanos, porque las partículas solares habrían disociado los átomos de hidrógeno y oxígeno. Se cree que este fenómeno pudo ser importante en la pérdida de agua en Marte.
Por otra parte, si las partículas solares llegan a perturbar la magnetosfera lo suficiente pueden producir un mal funcionamiento, e incluso interrupciones, de los equipos de radio, de radar o de los satélites, como los que controlan los GPS. Asimismo, la magnetosfera afecta a la temperatura y al movimiento de la parte externa de la atmósfera. Y tampoco hay que olvidar que los polos magnéticos sirven de orientación no sólo a los seres humanos sino a diversos animales.


2012: ¿el Apocalipsis de la magnetosfera?

Diversos grupos esotéricos y apocalípticos señalan para el 21 de diciembre de 2012, coincidiendo presuntamente con el final del calendario maya, la inversión de los polos magnéticos de la Tierra, lo que en su opinión resultará catastrófico. Sin embargo, los científicos, si bien reconocen que no es la primera vez que el cambio de polos sucede, destacan que su naturaleza caótica impide predecir cuándo sucederá.



En cualquier caso, los científicos tienen constancia de que la intensidad del campo magnético se ha reducido en los últimos dos milenios y que una reducción muy significativa se ha producido en las dos últimas décadas. Sin embargo, destacan que estos datos no sustentan las teorías apocalípticas. Los científicos saben que las inversiones magnéticas polares han sucedido durante al menos los últimos 3.000 millones de años, pero no siguen ciclos periódicos y la intensidad tampoco es constante. Por ejemplo, en los últimos 15 millones de años ha habido un cambio cada 250.000 años, pero el último se produjo hace unos 790.000 años. Se cree que el periodo más largo ha sido de casi 40 millones de años, y el más corto de unos pocos cientos de años.

Por otra parte, aun en el muy improbable caso de que suceda una inversión polar próximamente, las consecuencias no serían catastróficas como señalan los apocalípticos. El astroingeniero Ian O'Neill afirma que el riesgo de extinciones masivas causadas por las partículas solares o los rayos cósmicos es muy bajo; de hecho, uno de nuestros antepasados, el Homo erectus, pasó por la última inversión, aparentemente sin sufrir daños. Como efectos más probables, O'Neill señala auroras en latitudes altas, un pequeño incremento de partículas espaciales (aunque la magnetosfera seguiría cumpliendo su papel protector) y posibles fallos en los satélites y la orientación animal.

Científicos de la NASA advierten de que la radiación provocada por una llamarada muy fuerte puede causar daños muy graves en los satélites espaciales que, después de unos años, caerían en la Tierra

ep / madrid / 30/09/2011



Las tormentas solares no solo son una amenaza para la magnetosfera de la Tierra, sino que también podrían provocar la caída de los satélites más cercanos al planeta, según han explicado expertos de la NASA, quienes han descubierto que las llamaradas afectan al cinturón Van Allen interior, una de las zonas de la magnetosfera donde se concentran las partículas cargadas.

Investigadores de la NASA han llevado a cabo un estudio en el que han descubierto que la radiación solar puede afectar a los cinturones Van Allen de una manera más agresiva de lo que se creía. Los cinturones se dividen en dos zonas distintas. El cinturón exterior, que se compone de electrones, se extiende desde aproximadamente de 25.500 a 51.000 kilómetros por encima de la superficie terrestre; mientras que el cinturón interior, que consiste en una mezcla de electrones y protones, se extiende desde 6.400 a 12.800 kilómetros por encima.

Según explica la NASA, los científicos tenían conocimiento de que el cinturón exterior podría llegar a activarse de manera más intensa durante las tormentas geomagnéticas del Sol, sin embargo, todavía no se había pensado que este tipo de acontecimientos también podría afectar al cinturón interior. Ahora, simulaciones por ordenador sugieren que durante una tormenta de alto nivel los electrones en el cinturón interior también podrían convertirse en energía y, la radiación podría seguir siendo muy intensa durante varios años después de la tormenta.
En cuestión de años

"El aumento de la radiación en la zona interna puede durar hasta una década y dañaría satélites durante años después de una tormenta muy fuerte", ha explicado el autor principal del estudio, el físico Shprits Yuri. Así, Yuri ha apuntado que la radiación podría dañar los satélites en esa zona y, potencialmente, reducir sus vidas en cinco sextas partes o más. "No se destruirían todos los satélites a la vez, pero, según los cálculos realizados, una tormenta muy fuerte puede aumentar hasta diez veces la dosis de radiación en el cinturón interior, lo que supondría que, dentro de unos años, podrían desaparecer una porción significativa de satélites que recorren esta zona interna".

Tras este hallazgo, los científicos estudian formas de evitar que los satélites acaben dañados por las llamaradas solares. Según ha indicado Yumi, primero hay que calcular los riesgos y el coste estimado de lo que se puede hacer, ya que, si el coste es muy elevado "es posible que compense aceptar los riesgos y empezar a prepararse para reponer la flota". Parte de las incógnitas que aún quedan por contestar sobre este trabajo podrán despejarse en 2012, año en el que la NASA tiene previsto enviar dos misiones para estudiar los cinturones de radiación en el plano ecuatorial y en bajas altitudes.


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